En los sueños se debe poner mucha atención porque de los mismos sueños se pueden sacar elementos para expresar con una transferencia una coincidencia en un punto determinado.
Se es imposible esclarecer totalmente el sueño como proceso psíquico, pues esclarecer una cosa significa referida a otra conocida, y por el momento no existe conocimiento psicológico ninguno al que podamos subordinar aquellos datos que como base de una aclaración pudiera deducir del examen psicológico del fenómeno onírico.
El olvido de los sueños
Primeramente hay diversos sectores que en realidad se desconoce en absoluto del sueño que queremos interpretar o mejor dicho que no poseemos garantía ninguna de la exactitud de nuestro conocimiento del sueño.
Es cierto que deformamos el sueño al intentar reproducirlo, pues llevamos a cabo un proceso análogo al que describimos como una elaboración secundaria del sueño por la instancia del pensamiento normal. La equivocación de algunos autores reside únicamente en que consideran arbitraria y, por tanto, no susceptible de solución ninguna y muy apropiada para inspirarnos un erróneo conocimiento del sueño. Pues bien, las modificaciones que el sueño experimenta al ser recordado y traducido en la vigilia no son más arbitrarias que tales números; no lo son en absoluto. Se hallan asociativamente enlazadas con el contenido, al que sustituyen, y sirven para mostrarnos el camino que conduce a este contenido, el cual puede ser, a su vez, sustitución de otro.
También resulta imposible fundamentar el olvido de los sueños mientras no lo referimos al poder de la censura psíquica. No podemos dudar de que el sueño se nos va olvidando paulatinamente a partir del momento en que despertamos. Todo aquello que el olvido ha suprimido del contenido manifiesto puede ser reconstruido, con frecuencia, en el análisis, lo importante son las ideas latentes en su totalidad.
Por medio de una demostración ad ocultos no es posible probar asimismo que el olvido del sueño es, en su mayor parte, un efecto de la resistencia. La resistencia que había estorbado el desarrollo de su pensamiento despierto era la misma que había provocado el olvido del sueño, y una vez vencida en la vigilia, surgió libremente el recuerdo.
La experiencia psicoanalítica nos ha proporcionado otra prueba de que el olvido del sueño depende mucho más de la resistencia que de la diferencia entre estado de vigilia y el de reposo.
La interpretación abstracta de un sueño así formado es proporcionada siempre, directamente, por el sujeto. En cambio, la interpretación exacta del material suplantado tiene que ser buscada por los conocidos medios técnicos. La pregunta de si todo sueño puede obtener una interpretación debe ser contestada en sentido negativo. El sueño es un producto que posee un sentido propio. Toda una serie de sueños que se suceden a través de semanas o meses enteros reposan con frecuencia sobre los mismos fundamentos deben ser sometidos conjuntamente a la interpretación.
Volvamos ahora a las circunstancias del olvido del sueño. Hemos de decirnos que el sueño no se hubiera formado si la resistencia hubiera regido durante la noche como en la vigilia. Pero se nos impone la posibilidad de que quede disminuida durante la noche y que esta disminución de la resistencia sea lo que hace posible la formación del sueño. Es también plausible que los dos factores favorables a la formación de los sueños, o sea la debilitación y la sustracción a la censura, dependan simultáneamente del estado de reposo.
Las representaciones (o imágenes) emergentes aparezcan ligadas entre si por los lazos de las llamadas asociaciones superficiales –asonancia- equivoco verbal o coincidencia temporal sin relación interior de sentido- esto es, por todas aquellas asociaciones que nos permitimos emplear en el chiste y en el juego de palabras, ha sido considerado como una señal evidente de la asociación exenta de representaciones finales. De esta clase son las asociaciones que nos llevan desde los elementos del contenido manifiesto a los elementos colaterales y de éstos a las verdaderas ideas latentes.
Regresión
Las percepciones que llegan hasta nosotros dejan en nuestro aparato psíquico una huella a la que podemos dar el nombre de huella mnémica. La función que a esta huella mnémica se refiere es la que denominamos memoria. Los sistemas mnémicos constituyen la base de la asociación. Esta consistirá entonces en que, siguiendo la menor resistencia, se propagara la excitación preferentemente de un primer elemento a un segundo elemento, en lugar de saltar a otro tercero.
Aquello que denominamos nuestro carácter reposa sobre las huellas mnémicas de nuestras impresiones, y precisamente aquellas impresiones que han actuado más intensamente sobre nosotros, o sea las de nuestra primera juventud, son las que no se hacen conscientes casi nunca.
Lo que el sueño alucinatorio sucede no podemos describirlo más que del modo siguiente: la excitación toma el camino regresivo; en lugar de avanzar hacia el extremo motor del aparato, se propaga hacia el extremo sensible, y acaba por llegar al sistema de las percepciones. Si a la dirección seguida en la vigilia por el procedimiento psíquico, que parte de lo inconsciente, le damos el nombre de dirección progresiva, podemos decir que el sueño posee un carácter regresivo.
Esta regresión es una de las más importantes peculiaridades psicológicas del proceso onírico; pero no debemos olvidar que no es privativa de los sueños. También el recordar voluntario, la reflexión y otros procesos parciales de nuestro pensamiento normal corresponden a un retroceso, dentro del aparato psíquico, desde cualquier acto complejo de representación al material bruto de las huellas mnémicas en las que se halla basado. La regresión descompone en su material bruto el ajuste de las ideas latentes.
La regresión seria hasta posible en el sueño por la cesación de la corriente diurna progresiva de los órganos sensoriales; factor auxiliar que en las otras formas de la regresión podía ser el que contribuyera al robustecimiento de los demás motivos de la misma.
En la teoría de la formación de síntomas neuróticos desempeña la regresión un papel no menos importante que en la de los sueños. Distinguimos aquí tres clases de regresión: a) Una regresión tópica, en el sentido del esquema de los sistemas psicológicos, b) Una regresión temporal, en cuanto se trata de un retorno a formaciones psíquicas anteriores, c) Una regresión formal, cuando las formas de expresión y representación acostumbradas quedan sustituidas por formas correspondientes primitivas. Estas tres clases de regresión son en el fondo una misma cosa, y coinciden en la mayoría de los casos, pues lo mas antiguo temporalmente es también primitivo en el orden formal, y lo más cercano en la tópica psíquica al extremo de la percepción.
La realización de deseos
Podemos preguntarnos ahora de dónde procede el deseo que se realiza en el sueño. Hallamos entonces tres posibles procedencias del deseo: 1° Puede haber sido provocado durante el día y no haber hallado satisfacción a causa de circunstancias exteriores, y entonces perdura por la noche un deseo reconocido e insatisfecho. 2° Puede haber surgido durante el día, pero haber sido rechazado, y entonces perdura en nosotros un deseo insatisfecho, pero reprimido; y 3° Puede hallarse exento de toda relación con la vida diurna y pertenecer a aquellos deseos que solo por la noche surgen en nosotros, emergiendo de lo reprimido.
En general, puede ser que el deseo insatisfecho durante el día no basta para crear un sueño en los adultos. Se concede el sentimiento optativo procedente de la conciencia puede contribuir a provocar un sueño, pero nada más. El sueño no nacería si el deseo pre-consciente no quedase robustecido por otros factores.
Estos factores proceden de lo inconsciente. Se imagina que el deseo consciente sólo se constituye en estimulo del sueño cuando consigue despertar un deseo inconsciente de efecto paralelo con el que reforzar su energía.
El deseo representado en el sueño tiene que ser un deseo infantil. En los adultos procede entonces del inconsciente. En los niños, en lo que no existe aún la separación y la censura entre el preconsciente y el inconsciente, o en los que comienza a establecerse poco a poco, el deseo es un deseo insatisfecho, pero no reprimido, de la vida despierta. Constituyen excitaciones que luchan durante la noche por alcanzar una expresión, mientras que el estado de reposo imposibilita el curso acostumbrado del proceso de excitación a través de lo preconsciente y su término por el acceso a la conciencia.
El soñar es una parte de la vida anímica infantil superada. En las psicosis se imponen de nuevo estos funcionamientos del aparato psíquico, reprimidos durante la vigilia, y muestran si incapacidad para la satisfacción de nuestras necesidades relacionadas con el mundo exterior.
Los impulsos optativos inconscientes tienden también a imponerse durante el día, y tanto la transferencia como las psicosis nos muestran que dichos impulsos quisieran llegar a la conciencia y el dominio de la motilidad siguiendo los caminos que atraviesan el sistema de lo preconsciente.
Todo sueño es, desde luego, una realización de deseos; pero tiene que haber también otras formas de realizaciones anormales de deseos distintas del sueño. Así es, en efecto, pues la teoría de todos los síntomas psiconeuróticos culmina en el principio de que también estos productos tienen que ser considerados como realizaciones de deseos de lo inconsciente.
La interrupción del reposo por el sueño. La función del sueño. El sueño de angustia.
La elaboración da al proceso onírico intensidad bastante para atraer sobre si la conciencia y despertar lo preconsciente independientemente del tiempo y de la profundidad del reposo, o, por el contrario, no consigue procurarle intensidad bastante, y entonces permanece preparado hasta que inmediatamente antes de despertar sale a su encuentro la atención, ya más movible.
El proceso del sueño es aceptado al principio como realización de deseos de lo inconsciente. Cuando esta realización conmueve intensamente lo preconsciente, amenazado con interrumpir su reposo, es que el sueño ha roto la transacción y no cumple ya la segunda parte de su función. En este caso es interrumpido en el acto y sustituido por el despertar.
El hecho de que un proceso psíquico que desarrolla angustia pueda ser, sin embargo, una realización de deseos no contiene ya para nosotros contradicción ninguna. Nos explicamos este fenómeno diciendo que el deseo pertenece a uno de los sistemas, el inconsciente y que el otro, el preconsciente, lo ha rechazado y reprimido. El sometimiento del inconsciente por el preconsciente no llega a ser total ni aun en perfectos estados de salud psíquica. La medida de este sometimiento nos revela el grado de nuestra normalidad psíquica.
El proceso primario y el secundario. La represión
Llamaremos proceso primario al único proceso psíquico que puede desarrollarse en el primer sistema, y proceso secundario al que se desarrolla bajo la coerción del segundo. Se puede mostrar en otro lugar por qué el segundo sistema tiene que corregir el proceso primario. El proceso primario aspira a la derivación de la excitación para crear, con la cantidad de excitación así acumulada, una identidad de percepción. El proceso secundario ha abandonado ya este propósito y entraña en su lugar el de conseguir una identidad mental.
Si a uno de los procesos psíquicos que se desarrollan en el aparato anímico le damos el nombre de proceso primario, no lo hace atendiendo únicamente a su mayor importancia y a su más amplia capacidad funcional, sino también a las circunstancias temporales.
Entre los impulsos optativos indestructibles e incoercibles procedentes de lo infantil existen también algunos cuya realización resulta también contraria a las representaciones finales del pensamiento secundario. La realización de estos deseos no provocaría ya un efecto de placer, sino displaciente, y precisamente esta transformación de los afectos constituye la esencia de aquello que denominamos “represión”.
Lo inconsciente y la conciencia. La realidad.
No es la existencia de dos sistemas cerca extremo motor del aparato; sino de dos procesos o modos de la derivación de la excitación, lo que ha quedado explicado con las especulaciones psicológicas del apartado que precede.
Lo inconsciente es el circulo más amplio en el que se halla inscrito el de lo consciente. Todo consciente tiene un grado preliminar inconsciente, mientras que lo inconsciente puede permanecer en este grado y aspirar, sin embargo, al valor completo de una función psíquica. Lo inconsciente es lo psíquico verdaderamente real: su naturaleza interna nos es tan desconocida como la realidad del mundo exterior y nos es dado por el testimonio de nuestra conciencia tan incompletamente como el mundo exterior por el de nuestros órganos sensoriales.
BIBLIOGRAFIA:
. Freud, S. (1978). Obras completas. Volumen V Interpretación de los sueños Ed. Biblioteca Nueva.
Se es imposible esclarecer totalmente el sueño como proceso psíquico, pues esclarecer una cosa significa referida a otra conocida, y por el momento no existe conocimiento psicológico ninguno al que podamos subordinar aquellos datos que como base de una aclaración pudiera deducir del examen psicológico del fenómeno onírico.
El olvido de los sueños
Primeramente hay diversos sectores que en realidad se desconoce en absoluto del sueño que queremos interpretar o mejor dicho que no poseemos garantía ninguna de la exactitud de nuestro conocimiento del sueño.
Es cierto que deformamos el sueño al intentar reproducirlo, pues llevamos a cabo un proceso análogo al que describimos como una elaboración secundaria del sueño por la instancia del pensamiento normal. La equivocación de algunos autores reside únicamente en que consideran arbitraria y, por tanto, no susceptible de solución ninguna y muy apropiada para inspirarnos un erróneo conocimiento del sueño. Pues bien, las modificaciones que el sueño experimenta al ser recordado y traducido en la vigilia no son más arbitrarias que tales números; no lo son en absoluto. Se hallan asociativamente enlazadas con el contenido, al que sustituyen, y sirven para mostrarnos el camino que conduce a este contenido, el cual puede ser, a su vez, sustitución de otro.
También resulta imposible fundamentar el olvido de los sueños mientras no lo referimos al poder de la censura psíquica. No podemos dudar de que el sueño se nos va olvidando paulatinamente a partir del momento en que despertamos. Todo aquello que el olvido ha suprimido del contenido manifiesto puede ser reconstruido, con frecuencia, en el análisis, lo importante son las ideas latentes en su totalidad.
Por medio de una demostración ad ocultos no es posible probar asimismo que el olvido del sueño es, en su mayor parte, un efecto de la resistencia. La resistencia que había estorbado el desarrollo de su pensamiento despierto era la misma que había provocado el olvido del sueño, y una vez vencida en la vigilia, surgió libremente el recuerdo.
La experiencia psicoanalítica nos ha proporcionado otra prueba de que el olvido del sueño depende mucho más de la resistencia que de la diferencia entre estado de vigilia y el de reposo.
La interpretación abstracta de un sueño así formado es proporcionada siempre, directamente, por el sujeto. En cambio, la interpretación exacta del material suplantado tiene que ser buscada por los conocidos medios técnicos. La pregunta de si todo sueño puede obtener una interpretación debe ser contestada en sentido negativo. El sueño es un producto que posee un sentido propio. Toda una serie de sueños que se suceden a través de semanas o meses enteros reposan con frecuencia sobre los mismos fundamentos deben ser sometidos conjuntamente a la interpretación.
Volvamos ahora a las circunstancias del olvido del sueño. Hemos de decirnos que el sueño no se hubiera formado si la resistencia hubiera regido durante la noche como en la vigilia. Pero se nos impone la posibilidad de que quede disminuida durante la noche y que esta disminución de la resistencia sea lo que hace posible la formación del sueño. Es también plausible que los dos factores favorables a la formación de los sueños, o sea la debilitación y la sustracción a la censura, dependan simultáneamente del estado de reposo.
Las representaciones (o imágenes) emergentes aparezcan ligadas entre si por los lazos de las llamadas asociaciones superficiales –asonancia- equivoco verbal o coincidencia temporal sin relación interior de sentido- esto es, por todas aquellas asociaciones que nos permitimos emplear en el chiste y en el juego de palabras, ha sido considerado como una señal evidente de la asociación exenta de representaciones finales. De esta clase son las asociaciones que nos llevan desde los elementos del contenido manifiesto a los elementos colaterales y de éstos a las verdaderas ideas latentes.
Regresión
Las percepciones que llegan hasta nosotros dejan en nuestro aparato psíquico una huella a la que podemos dar el nombre de huella mnémica. La función que a esta huella mnémica se refiere es la que denominamos memoria. Los sistemas mnémicos constituyen la base de la asociación. Esta consistirá entonces en que, siguiendo la menor resistencia, se propagara la excitación preferentemente de un primer elemento a un segundo elemento, en lugar de saltar a otro tercero.
Aquello que denominamos nuestro carácter reposa sobre las huellas mnémicas de nuestras impresiones, y precisamente aquellas impresiones que han actuado más intensamente sobre nosotros, o sea las de nuestra primera juventud, son las que no se hacen conscientes casi nunca.
Lo que el sueño alucinatorio sucede no podemos describirlo más que del modo siguiente: la excitación toma el camino regresivo; en lugar de avanzar hacia el extremo motor del aparato, se propaga hacia el extremo sensible, y acaba por llegar al sistema de las percepciones. Si a la dirección seguida en la vigilia por el procedimiento psíquico, que parte de lo inconsciente, le damos el nombre de dirección progresiva, podemos decir que el sueño posee un carácter regresivo.
Esta regresión es una de las más importantes peculiaridades psicológicas del proceso onírico; pero no debemos olvidar que no es privativa de los sueños. También el recordar voluntario, la reflexión y otros procesos parciales de nuestro pensamiento normal corresponden a un retroceso, dentro del aparato psíquico, desde cualquier acto complejo de representación al material bruto de las huellas mnémicas en las que se halla basado. La regresión descompone en su material bruto el ajuste de las ideas latentes.
La regresión seria hasta posible en el sueño por la cesación de la corriente diurna progresiva de los órganos sensoriales; factor auxiliar que en las otras formas de la regresión podía ser el que contribuyera al robustecimiento de los demás motivos de la misma.
En la teoría de la formación de síntomas neuróticos desempeña la regresión un papel no menos importante que en la de los sueños. Distinguimos aquí tres clases de regresión: a) Una regresión tópica, en el sentido del esquema de los sistemas psicológicos, b) Una regresión temporal, en cuanto se trata de un retorno a formaciones psíquicas anteriores, c) Una regresión formal, cuando las formas de expresión y representación acostumbradas quedan sustituidas por formas correspondientes primitivas. Estas tres clases de regresión son en el fondo una misma cosa, y coinciden en la mayoría de los casos, pues lo mas antiguo temporalmente es también primitivo en el orden formal, y lo más cercano en la tópica psíquica al extremo de la percepción.
La realización de deseos
Podemos preguntarnos ahora de dónde procede el deseo que se realiza en el sueño. Hallamos entonces tres posibles procedencias del deseo: 1° Puede haber sido provocado durante el día y no haber hallado satisfacción a causa de circunstancias exteriores, y entonces perdura por la noche un deseo reconocido e insatisfecho. 2° Puede haber surgido durante el día, pero haber sido rechazado, y entonces perdura en nosotros un deseo insatisfecho, pero reprimido; y 3° Puede hallarse exento de toda relación con la vida diurna y pertenecer a aquellos deseos que solo por la noche surgen en nosotros, emergiendo de lo reprimido.
En general, puede ser que el deseo insatisfecho durante el día no basta para crear un sueño en los adultos. Se concede el sentimiento optativo procedente de la conciencia puede contribuir a provocar un sueño, pero nada más. El sueño no nacería si el deseo pre-consciente no quedase robustecido por otros factores.
Estos factores proceden de lo inconsciente. Se imagina que el deseo consciente sólo se constituye en estimulo del sueño cuando consigue despertar un deseo inconsciente de efecto paralelo con el que reforzar su energía.
El deseo representado en el sueño tiene que ser un deseo infantil. En los adultos procede entonces del inconsciente. En los niños, en lo que no existe aún la separación y la censura entre el preconsciente y el inconsciente, o en los que comienza a establecerse poco a poco, el deseo es un deseo insatisfecho, pero no reprimido, de la vida despierta. Constituyen excitaciones que luchan durante la noche por alcanzar una expresión, mientras que el estado de reposo imposibilita el curso acostumbrado del proceso de excitación a través de lo preconsciente y su término por el acceso a la conciencia.
El soñar es una parte de la vida anímica infantil superada. En las psicosis se imponen de nuevo estos funcionamientos del aparato psíquico, reprimidos durante la vigilia, y muestran si incapacidad para la satisfacción de nuestras necesidades relacionadas con el mundo exterior.
Los impulsos optativos inconscientes tienden también a imponerse durante el día, y tanto la transferencia como las psicosis nos muestran que dichos impulsos quisieran llegar a la conciencia y el dominio de la motilidad siguiendo los caminos que atraviesan el sistema de lo preconsciente.
Todo sueño es, desde luego, una realización de deseos; pero tiene que haber también otras formas de realizaciones anormales de deseos distintas del sueño. Así es, en efecto, pues la teoría de todos los síntomas psiconeuróticos culmina en el principio de que también estos productos tienen que ser considerados como realizaciones de deseos de lo inconsciente.
La interrupción del reposo por el sueño. La función del sueño. El sueño de angustia.
La elaboración da al proceso onírico intensidad bastante para atraer sobre si la conciencia y despertar lo preconsciente independientemente del tiempo y de la profundidad del reposo, o, por el contrario, no consigue procurarle intensidad bastante, y entonces permanece preparado hasta que inmediatamente antes de despertar sale a su encuentro la atención, ya más movible.
El proceso del sueño es aceptado al principio como realización de deseos de lo inconsciente. Cuando esta realización conmueve intensamente lo preconsciente, amenazado con interrumpir su reposo, es que el sueño ha roto la transacción y no cumple ya la segunda parte de su función. En este caso es interrumpido en el acto y sustituido por el despertar.
El hecho de que un proceso psíquico que desarrolla angustia pueda ser, sin embargo, una realización de deseos no contiene ya para nosotros contradicción ninguna. Nos explicamos este fenómeno diciendo que el deseo pertenece a uno de los sistemas, el inconsciente y que el otro, el preconsciente, lo ha rechazado y reprimido. El sometimiento del inconsciente por el preconsciente no llega a ser total ni aun en perfectos estados de salud psíquica. La medida de este sometimiento nos revela el grado de nuestra normalidad psíquica.
El proceso primario y el secundario. La represión
Llamaremos proceso primario al único proceso psíquico que puede desarrollarse en el primer sistema, y proceso secundario al que se desarrolla bajo la coerción del segundo. Se puede mostrar en otro lugar por qué el segundo sistema tiene que corregir el proceso primario. El proceso primario aspira a la derivación de la excitación para crear, con la cantidad de excitación así acumulada, una identidad de percepción. El proceso secundario ha abandonado ya este propósito y entraña en su lugar el de conseguir una identidad mental.
Si a uno de los procesos psíquicos que se desarrollan en el aparato anímico le damos el nombre de proceso primario, no lo hace atendiendo únicamente a su mayor importancia y a su más amplia capacidad funcional, sino también a las circunstancias temporales.
Entre los impulsos optativos indestructibles e incoercibles procedentes de lo infantil existen también algunos cuya realización resulta también contraria a las representaciones finales del pensamiento secundario. La realización de estos deseos no provocaría ya un efecto de placer, sino displaciente, y precisamente esta transformación de los afectos constituye la esencia de aquello que denominamos “represión”.
Lo inconsciente y la conciencia. La realidad.
No es la existencia de dos sistemas cerca extremo motor del aparato; sino de dos procesos o modos de la derivación de la excitación, lo que ha quedado explicado con las especulaciones psicológicas del apartado que precede.
Lo inconsciente es el circulo más amplio en el que se halla inscrito el de lo consciente. Todo consciente tiene un grado preliminar inconsciente, mientras que lo inconsciente puede permanecer en este grado y aspirar, sin embargo, al valor completo de una función psíquica. Lo inconsciente es lo psíquico verdaderamente real: su naturaleza interna nos es tan desconocida como la realidad del mundo exterior y nos es dado por el testimonio de nuestra conciencia tan incompletamente como el mundo exterior por el de nuestros órganos sensoriales.
BIBLIOGRAFIA:
. Freud, S. (1978). Obras completas. Volumen V Interpretación de los sueños Ed. Biblioteca Nueva.
2 comentarios:
muy bueno tu aporte.. me gusto mucho gracias.
Muchisimas gracias! Me salvaste con esto!
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